viernes, 29 de agosto de 2008

Shadowrun:Capítulo 8

VIII


Dentro de un universo vasto, pero finito al fin y al cabo, de neuronas, células grises, chispas eléctricas brillantes como novas y alguna que otra idea de inspiración pura, la consciencia de Günther resistía al colapso terminal. Su cerebro se había bloqueado para protegerse a sí mismo. Si no te quedas catatónico al ver un cañón de un arma de asalto desde el lado equivocado a menos de tres centímetros de tu cara; ver que su dueño convertirse en confeti con textura de la carne picada de los espaguetis a la boloñesa; y ver que te han disparado por la espalda… si después de todo eso tu cerebro no se protege, se sobrecarga y es probable que huya por el conducto auditivo más cercano, el cual suele situarse al fondo y a la derecha.

Es decir que, mientras la parte mental estaba activa, la física no. Sería bonito decir que mientras estuvo en ese estado se dedicó a pensar en el sentido de la vida, en como erradicar el hambre en el mundo, o en cómo hacer felices a sus vecinos. Sí, sería bonito, pero sería mentira (y nada de decir que esto que estás leyendo es mentira, por que no lo es, esto es ficción, es decir, que no es real. Si te gustara leer mentiras estarías leyendo promesas electorales).

En realidad Günther pensaba en sus amigos que se encontraban preocupados por su vida, que le han llevado al hospital corriendo y que siempre que los ha necesitado han acudido en su ayuda. Pensaba en ellos, en como arrancarles las piernas y golpearles repetidamente con ellas en la cabeza hasta que murieran por haberse olvidado a Betsy en ese horrible lugar, dejándola sola e indefensa, donde cualquiera podría alargar la mano, hacer unos cuantos movimientos pendulantes, sacarla del agente muerto y llevársela para practicar cualquier perversión que tuviera en mente. Nunca se lo perdonaría.

También pensaba en apodarse Gunther “Schröddinger” pero lo desechó al cabo de un par de minutos, debido a que habría poca gente que supiera un poco de mecánica cuántica, y tampoco abunda la gente a la que le gusten los gatos, y menos los que pueden estar vivos y muertos a la vez. Pero bueno, sólo era una idea.

El matasanos estaba haciendo un trabajo decente, y los calmantes contribuyen a deshacer el nudo mental de Günther, el cual, al poder mover los músculos de su cuerpo, deja inconsciente al doctor de un golpe, y mete 100 plásticos en su bolsillo como agradecimiento por su buen trabajo, si hubiera sido chapucero no se habría mostrado agradecido y le habría hecho cosas desagradables con un bisturí, un mechero y un bocata de chorizo. El bocata lo usaba cuando le entraba hambre y se tomaba un descanso para luego retomar las cosas desagradables con más ganas.

Un par de minutos después, tras unos gritos, collejas y pellizcos en las tetillas Günther y un dolorido Antoine se dirigen a la entrada del hospital para marcharse.

Entonces vuelven a oír sirenas.

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